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Estaba a punto de gritar de nuevo cuando ella finalmente levantó la cabeza, pero tan pronto como él miró su rostro, las palabras murieron en su boca y el miedo comenzó a invadirlo.
—Tus... ¡Tus ojos! —sus ojos enteros eran negros y ya no podía siquiera ver el iris ni la esclerótica. Todo el ojo era negro como el carbón con una pupila plateada en el centro.
Se veían tan horripilantes que solo con mirarlos sentía todo el pelo de su cuerpo erizándose.
—¿Quién... qué... ¿Qué eres tú? —preguntó él, mientras el miedo inundaba su cara y el sudor comenzaba a formarse en su frente.
—¿Pregunta incorrecta? —murmuró ella mientras finalmente soltaba sus manos con tanta fuerza que él tambaleó y dio unos pasos hacia atrás.
—La pregunta es, ¿qué planeas hacer? —preguntó ella con una voz llena de disgusto mientras daba pasos hacia él y él continuaba retrocediendo.