Después del Frijol Rojo, el viaje se sintió menos arduo y de hecho disfrutaron del trayecto. Emmelyn estaba impresionada por la belleza de Summeria y lo próspero que parecía ser su gente.
Después de que ya no necesitaron disfrazarse, Maxim los llevó a descansar a las residencias de los alcaldes en las ciudades por las que pasaban. Quería asegurarse de que todos descansaran adecuadamente y comieran bien para que el viaje no fuese demasiado agotador para ellos.
Finalmente, en la tercera semana, llegaron a Castilse, la ciudad capital de Summeria.
—Bienvenidos a mi ciudad natal —dijo Maxim con una amplia sonrisa a Emmelyn. Abrió sus brazos como si mostrara la magnificencia de la capital summeriana.
Por unos momentos, Emmelyn se quedó sin palabras. Estaban parados en la cima de una colina y debajo de ellos había una vasta área en un enorme valle, donde podía ver un mar interminable de edificios y caminos realmente bonitos que cruzaban la ciudad.