En cuanto se abrió la puerta del carruaje, Emmelyn estaba lista e inmediatamente saltó afuera con el bloque de madera en sus manos y golpeó a los dos matones que acababan de abrir la puerta.
—¡Aahh!
—¡Aww!
Emmelyn golpeó expertamente a los dos hombres con el arma improvisada que tenía. No se contuvo y ejerció toda su fuerza. Intencionadamente, apuntó a sus puntos más débiles, es decir, sus cabezas y sus ingles.
Su movimiento fue rápido y calculado, y los hombres quedaron completamente desprevenidos.
—¡Mierda! ¡Eso duele! ¡Bruja!
Uno de ellos se enroscó en el suelo, sosteniendo su cabeza sangrante y gruñendo de dolor, mientras que el otro aún intentaba esquivar los feroces ataques de Emmelyn.
Ahora se sentía agradecida por todo el ejercicio que el señor Vitas la había obligado a hacer todos los días. En este momento de peligro, pudo ejercer una fuerza que no sabía que tenía.