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—¿Por qué tienes esa cara? —preguntó Emmelyn, frunciendo el ceño. Tocó la nariz de Mars con su copa de vino y entrecerró los ojos—. Estás muy callado hoy.
Mars tocó la copa y la bajó de su nariz. —¿Desde cuándo hablo tanto?
—Ahh... es cierto. No eres un hombre de muchas palabras. No eres Gewen —murmuró Emmelyn, dándose cuenta de su error.
Ahh... en realidad, ella quería averiguar qué había en el corazón de Mars y descubrir qué lo hacía parecer perdido en pensamientos después de que regresaron del té en el palacio. Pero entonces se dio cuenta de que estaba usando la táctica equivocada.
Mars nunca hablaba mucho. La que hablaba mucho era la propia Emmelyn. Mars era quien la escuchaba divagar.
—¿Por qué mencionas el nombre de Gewen? —preguntó Mars con una voz ligeramente disgustada.
Todavía recordaba que Gewen había usado su nombre para escapar de su obligación de conseguir una esposa y tener hijos para continuar su linaje familiar.