Esperando en la sala de espera durante bastante tiempo, finalmente Feng Yu Hao escuchó un saludo melódico en la puerta.
—Buenas tardes, Señor Abuelo. ¿Puedo pasar? —preguntó la Pequeña Li Wei, de pie en la puerta con toda educación y las manos detrás de su espalda.
Feng Yu Hao sonrió al verla de esa manera. Por un instante, se sintió como si viera un atisbo de su hijo en ella, excepto que su aura estaba llena de calidez en lugar de frialdad. Si no conociera bien las cosas, habría creído que la pequeña era su propia nieta de verdad. Dado a los parecidos que hacen que ambos se vean tan similares como dos gotas de agua.
—Ah, estás ahí. Entra, por favor —dijo el anciano, manteniendo la dulzura en su voz, solo para que la niña se sintiera cómoda.