De regreso en el coche, cuando Li Xue escuchó toda la historia de su hija, le fue difícil controlar su risa. Miró a Feng Shufen y hasta su rostro impasible tenía una leve sonrisa.
Aunque sabía que su pequeño demonio era traviesa, nunca la había visto llegar a este extremo. La oferta que había hecho para esparcir felicidad era realmente algo tentador que ninguna tienda en el pueblo podría ofrecer.
La oportunidad de besar las mejillas del Director Qi Shuai era suficientemente tentadora como para volver locas a muchas mujeres. Sin duda, él ha venido aquí así. Definitivamente debe ser difícil para él.
Aunque era algo divertido de escuchar, Li Xue no olvidaba hacerle saber a su hija lo correcto. —Li Wei, esta no es la manera correcta de hacer las cosas. Mira, has molestado mucho a tu Tío. Esparcir felicidad a otros molestando a alguien cercano está mal y no deberías repetirlo. Vamos, pide disculpas ahora.