Li Xue casi quería arrancarse todo el cabello. Esta ya era su enésima vez estrujándose el cerebro para adivinar las contraseñas que el viejo sinvergüenza debió haber puesto en su portátil. Sin embargo, pensó, simplemente no podía pensar en nada más allá de su p*ne. Después de todo, ¿había acaso algo más en su carácter pervertido y sin escrúpulos?
Aprieta los labios, se quedó mirando la pantalla de apertura del portátil que esperaba la contraseña para entrar. Era ya el último intento que quedaba por probar y ya no confiaba en su inteligencia. Podía sentir los ojos del hombre sobre ella, mirándola todo divertido, pero ella estaba demasiado avergonzada como para encontrarse con su mirada.