Con cada segundo que pasaba, la condición de Han Guoli empeoraba. Aunque no era tan viejo, apenas en sus últimos 50 años, verlo en un estado tan patético lo hacía parecer el doble de viejo. Su respiración se volvía más y más pesada hasta el punto de que sus palabras ya no se entendían. Mientras, también aparecían fisuras en su tembloroso aspecto, haciéndolo lucir más pálido y fantasmal. Con solo mirarlo así, nadie dudaría que su muerte se acercaba.
Pero incluso en tal condición, Li Xue no mostró ni un destello de compasión hacia él. —Confiesa tus actos y ayúdame a demostrar mi inocencia —exigió con un tono que revelaba su naturaleza inflexible ante la situación.
