De vuelta en su apartamento, Feng Yi Lan se volvió para mirar el reloj en la pared y apresuró sus pasos —¡Yi Lan, chica, apúrate! Li Xue debe haber llegado ya al lugar. Si ella llega a ver a esa vieja bruja antes de que tú llegues, seguramente no te estará esperando. Y entonces todo el riesgo tomado habrá sido en vano—. Murmuraba para sí misma, sujetando ligeramente el objeto en el bolsillo largo de su abrigo.
«Si mi hermano llega a saber de mi audacia, no dudaría en sacrificarme como a ovejas y ganado», pensaba para sí, antes de exhaler un suspiro de deliberación y luego apresurar de nuevo sus pasos para salir de su casa apuradamente. «¡Todo por ti, amiga mía! Sea una muerte cruel o una vida de culpas, lo aceptaré todo por ti».