—RuoRuo, siempre he sabido que nadie puede ser tan malvado como tú. Y, créeme, he caído por tu maldad. Pero incluso después de caer por ella y saberlo todo este tiempo, nunca pensé que fueras igual con la única hija que tienes. Nunca supe que serías más despiadada con ella que con tus enemigos —Pan Hong dijo, haciendo girar el vino en su copa mientras miraba a la mujer con ojos oscuros e intencionados y luego tomando sorbos lentos, saboreando los sabores de su vaso también.
Zheng Qinrou no reaccionó a sus palabras como si nunca tuvieran la capacidad de hacerle darse cuenta de algo. —Ella es mi hija y sé lo que es bueno para su vida. Simplemente haz lo que te he pedido. Erradica la existencia de ese hombre de la vida de Yi Lan. No quiero que ese tonto se sienta como si pudiera ganarme —dijo ella, sus ojos mostrando el brillo más oscuro de la malevolencia.
