La cara de Feng Shufen se volvió aún más frígida. Sus ojos fríos brillaban con fuego hacia las delicadas flores como si pretendieran quemarlas en cenizas, justo en ese momento. —¿A dónde las llevas, Hermana Margaret? —Su pregunta salió fría y oscura, haciendo que el frágil corazón de la anciana casi se congelara por un segundo.
Aunque siempre había estado acostumbrada a esta actitud fría del hombre, sus hábitos empezaron a cambiar desde el mismo día en que Li Xue entró en su vida. Porque con la mujer a su lado, su temperamento nunca fluctuaba así. Siempre se mantenía cálido y cómodo. Pero hoy, al ver a la señora dejar su comida a medias, el Diablo volvió al modo activo.
—Ah, Joven Maestro, estoy llevando estos regalos a la sala de regalos de siempre, donde se han guardado los otros regalos de la Señorita Zhang. Los habría puesto allí antes, pero la Señora me detuvo, curiosa por la sala de regalos —dijo la anciana.
¡Sala de regalos! Sin duda, la mujer era así.