Ambas, Li Xue y Feng Shufen, tenían cierta idea del significado detrás del sueño que la niña había tenido. Aunque querían volver a la normalidad para ella, eso no iba a ser fácil. Se necesitaban tanto paciencia como la manera adecuada de manejar las cosas.
—¿Qué te pasó, WeiWei? ¿No te gustó el helado? —preguntó cuando vio que la sonrisa en sus labios no llegaba a sus ojos. Conociéndola desde hace tantos días y pasando su tiempo con ella, él ya conocía bien su sonrisa sincera y sus diversas expresiones.
La pequeña niña negó con la cabeza mientras sus ojos miraban tanto a su Mamá como a su Ángel Papá como si quisiera despejar alguna confusión de su mente. —No Mamá, este helado no se siente igual. Siento como si le faltara algo. Pero no puedo adivinar, ¿qué es?
Li Xue sabía qué ingrediente faltaba en su cuenco. Miró al hombre a su lado, dándole algunas señas implícitas y luego, volviendo su mirada hacia su hija, dijo: