Jin Liwei llevaba a Iris en sus brazos como si fuera una princesa... no, como su reina. La llevaba como si fuera su tesoro más preciado. La distancia desde el ala del solarium hasta su habitación era grande, pero él insistió en llevarla todo el camino.
No ayudaba que ella estuviera besándole y acariciándole por todo el cuerpo. Se sentía como si estuviera ardiendo en un delicioso fuego todo el tiempo que caminaba cargándola. Necesitaba su agua para apagar su fuego... pero todavía no.
Finalmente, llegaron a la habitación. Las luces estaban apagadas, pero la luz de la luna proyectaba un suave y onírico resplandor en el interior. Sombras largas danzaban a medida que las nubes oscuras se movían obstruyendo y revelando la luna en misteriosas undulaciones.
La colocó sobre sus pies. Por unos momentos, solo se miraron el uno al otro.
—Eres tan hermosa —susurró él.