—¿Quieres que te ayude? —sus ojos estaban fijos en sus pantalones abultados.
Él se excitó aún más al escuchar su oferta, pero negó con la cabeza.
—No es necesario. Necesitas descansar, bebé.
—Puedes... ya sabes... volver al baño y ocuparte de ello —ella continuó.
Eso era lo que originalmente había planeado hacer, pero ahora decidió no hacerlo. De ahora en adelante, no desperdiciaría más su esperma. Todo sería para su niña pequeña. Si ella no estaba presente, no se permitiría derramarlo. Quería compartir todo su placer con ella.
—Está bien, bebé. Se bajará por sí solo. No te preocupes.
—¿Estás seguro? —ella preguntó,
—En —afirmó él.
—Está bien —accedió ella.
Se acostaron juntos en la cama, abrazándose el uno al otro. Iris le pidió que le trajera su laptop porque quería buscar algo.
—¿Es importante? ¿Por qué no te echas una siesta primero? Siempre puedes hacerlo después de despertarte —sugirió él en su lugar.
—Está bien —aceptó ella.