Jin Liwei se dejó golpear con las almohadas que ella le lanzaba en su angustia. Luchó por mantener la calma al verla tan agitada otra vez. No podía entender por qué estaba tan en contra de tener guardaespaldas, pero este no era el momento adecuado para cuestionarla.
Subiéndose a la cama, la atrajo firmemente hacia sus brazos. Ella se resistió y lo empujó, pero él se mantuvo firme, acariciando su espalda y tranquilizándola suavemente. No dijo nada, solo continuó abrazándola.
—No quiero guardaespaldas —murmuró ella.
—Está bien —respondió él con un tono suave. Encontraría otro momento para discutirlo con ella cuando se sintiera mejor y más receptiva a la idea. Realmente estaba preocupado por su seguridad.
—¿De verdad?
—Sí.
—¿Lo prometes?
Él dudó antes de responder cuidadosamente, —Lo prometo, por ahora.