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Cellino pensó que el mausoleo estaría lleno de enemigos protegiéndolo.
Sin embargo, para su sorpresa, al entrar, no vio nada. No vio a nadie, solo un espacioso salón con una enorme bandera en el medio.
La bestia no pudo evitar inclinar su cabeza, confundida.
—¿Qué demonios…? ¿Por qué está tan desolado? ¿No debería haber muchos chamanes aquí, esperando en emboscada, o quizás algunas otras tropas?
Desde el vasto salón, podía oír vagamente los ruidos de la guerra detrás de cada puerta excepto por la Puerta Sur por la que había venido.
—¡Claramente, las tropas aún estaban luchando, sin saber que una de las puertas ya había sido violada! —Cellino se quedó atónito unos segundos antes de sacudir su cabeza—. En fin. Es bueno que el mausoleo esté vacío, de todos modos.
Así, Cellino corrió inmediatamente hacia el centro del salón del mauseluo, a punto de reemplazar la bandera.
