Smith el Gordo escuchó las abruptas palabras de Jake y no pudo evitar girar la cabeza con los ojos ardiendo de ira.
—¡Rayos! ¿Quién es este tipo tan arrogante? Está claro que se equivoca y aún así se atreve a decir eso— Smith estaba a punto de gritarle a Jake cuando vio la única máscara de conejo del joven.
En ese instante, como si lo hubiera alcanzado un rayo, el gerente corpulento se quedó ahí, atónito.
—¿M-máscara de conejo? ¿Cabello negro y ojos rojos? ¿N-no es... no es... el... el dueño?— Smith no era un idiota. Se había convertido en el tercero al mando porque era astuto e inteligente.
Sabía qué hacer y qué nunca debía hacer. Era bueno leyendo el ambiente y tenía una buena habilidad para representar al casino.
Por eso, incluso cuando rara vez se encontraba con el dueño, él preguntaba sobre el dueño a los otros altos mandos en el casino. Y casualmente, todos decían lo mismo.