Los apostadores se volvieron locos. Casi todos ellos, que no eran domadores de monstruos, corrieron para rodear a Ainsley y comenzaron a ofrecer cosas que usaban como sus fichas de apuestas.
—¡Uso una hierba preciosa de 2 estrellas, excelente para nutrir el alma! ¡Escógeme!
—¡No, no, escoja a mí! Apuesto mi pedazo de tierra en las afueras. ¡Definitivamente vale un tesoro de 3 estrellas!
—¡Tch! ¿Tu tierra vacía puede llamarse un tesoro? ¡Siguiente! Tengo esta fruta sagrada que puede expandir el núcleo de energía de uno en un 2%.
Los apostadores se esforzaban por complacer a Ainsley y ser elegidos por ella. Sin embargo, no todos los apostadores hicieron eso. De hecho, cierto chico se quedó quieto en el lugar con los ojos muy abiertos.
¡Esto... no! ¡Esto no puede ser! ¿Cómo es que esa nadie de la Familia Sloan pueda hacer algo tan milagroso?
