—Sin esperar a que Ainsley respondiera, Finley ya había empezado a decir tonterías.
—¿Sabes qué? ¡Este joven amo ya escaló la torre del casino hasta el piso 11 con mi propio poder! —Finley levantó su barbilla una vez más, luciendo como un orgulloso polluelo.
—Puedes entrar a esta cafetería... eso significa que puedes entrar a la sala de apuestas del piso 11, ¿verdad? Entonces vamos a jugar con este joven amo —Finley se levantó y estaba a punto de agarrar la mano de Ainsley para llevarla cuando la bebé sacudió su cabeza.
—Eh... no. Todavía no puedo entrar a la sala de apuestas... —Ainsley aprovechó la oportunidad para retirar sus manos y las escondió debajo de la mesa.
La alegre voz de Finley se detuvo de repente. El niño escaneó a Ainsley de pies a cabeza antes de expresar su duda.