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—¡Basta! —gritó Ricardo mientras los miraba con disgusto. La pareja se separó, ambos con el cabello como nidos de pájaros.
Harold simplemente observaba y continuaba contando hasta que uno de la pareja de locos reconociera a Sir Richard. Su paciencia se agotaba. Eran bastante afortunados de que su sensibilidad al ruido hubiera disminuido. No estaba seguro de lo que habría hecho.
Era obvio que la pareja mentía.
Según lo que había dicho Sir Richard, el rey Cedric había estado feliz de ejecutar a Anne, y la reina había dado la información al pueblo del señor Celote sobre el paradero de Anne para que promovieran su rango al de la reina, lo cual logró después de la muerte de Anne.
¿Qué Ámbar le era querida? ¡Qué broma!
—Mi príncipe... por favor, sálvame. Perdona nuestras vidas. Ya nos has perdonado una vez. Diles que sabes acerca de ello —dijo el rey Cedric mientras fijaba no solo sus ojos sino también su esperanza en el príncipe Harold.