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Después del desayuno, Fu Hua, Jia Li y el pequeñín salieron de la Mansión Fu hacia su casa.
Océano y los perritos estaban afuera cuando llegaron. Todos corrieron hacia Jia Li.
Jia Li sonreía de oreja a oreja al ver a sus mascotas. Se agachó y les frotó la barriga y la cabeza.
—¿Me extrañaron? —preguntó Jia Li con una sonrisa.
Océano ladró y rodeó a Jia Li. Los cachorros realmente querían saltar a los brazos de Jia Li, pero cuando Fu Hua atrajo su atención, y vieron la sonrisa burlona en sus labios al acercarse a su lado con Jazmín en brazos, retrocedieron.
Parece que todavía tenían miedo de Fu Hua.
Después de darles la bienvenida, su entrenador vino a llevarlos dentro de su gran perrera, mientras Jia Li y Fu Hua entraban a la casa.
Fu Hua y Jia Li tenían que viajar al pueblo natal de ella al día siguiente, ya que querían hacerlo rápido, así que ninguno de los dos pensó en el trabajo, y pasaron suficiente tiempo juntos antes de hacer sus maletas por la noche.
