A medida que Aurora y Damien se embarcaban en su viaje, su mano permanecía firmemente sujeta por la de él, incluso dentro del coche. Parecía que Damien estaba sujetando intencionadamente su mano o que había olvidado que ya no estaban a la vista del público.
Sin embargo, a Aurora comenzó a sentirse incómoda con el prolongado agarrar de manos. La situación era tan incómoda que incluso su conductor no pudo evitar robarles miradas a través del espejo retrovisor. Finalmente, Aurora habló, sugiriendo:
—Ya puedes soltar, estamos fuera de vista.
Sin desviar su mirada del paisaje que pasaba por la ventana, Damien respondió despreocupadamente:
—No necesito un recordatorio —Él apretó su agarre en su mano, haciendo que ella se retorciera de incomodidad.
A pesar de su creciente molestia, Aurora intentó razonar:
—Pero... —Intentaba encontrar una excusa para liberarse de su agarre. Damien tenía un talento para sacarla de quicio, incluso cuando ella trataba de mantener la compostura.