—¿Qué tiene de gracioso? —molesta, preguntó ella, tratando de enfrentarse a él, pero él la mantuvo en su lugar, impidiéndole moverse.
—¡No quiero que vuelvas a entrar en pánico! Estaré bien —la aseguró, y ella se sintió culpable. ¿Lo estaba haciendo por ella? ¿Era esa la razón por la que se detuvo abruptamente? Se mordió el labio avergonzada y se odió a sí misma por tener tal trauma.
—Lo siento —susurró ella.
—Que te quedes así me ayudará —viendo que probablemente se estaba culpando a sí misma, trató de convencerla.
—Tus pechos son suaves —notando su silencio, decidió aligerar el ambiente. Como esperaba, ella emitió un sonido suave, indicando que se estaba sonrojando.
—Deja de coquetear —le reprendió ella. Damien le pellizcó juguetonamente el pezón, causándole un dolor agudo. —Eso duele —susurró ella, esperando que él no escuchara.
—Voy a descansar ahora —él arropó la manta sobre ambos, cubriéndolos adecuadamente, con Aurora segura en sus brazos. Pronto, él se quedó dormido.