Afortunadamente, encontraron un carruaje de regreso a la posada, y un doctor brujo estaba atendiendo a Enoch. Scarlet se encontraba incapaz de controlar sus emociones al ver a Enoch en un estado tan crítico.
—¡Todo esto es por tu culpa!
—¡Ahora va a morir justo como tu hija!
—¡Qué compañera tan egoísta eres!
La culpa inundó sus pensamientos, y no pudo contener las lágrimas, temblando en todo su cuerpo ante la perspectiva de perder a su compañero. La realización la golpeó fuerte, había puesto su vida en peligro, y ahora enfrentaba la posibilidad de morir por su culpa.
Reconoció su propio egoísmo y comenzó a ver cuánto había cambiado, pareciéndose a la misma familia que la había traicionado. Ellos eran peores, pero si ella se estaba convirtiendo en ellos, entonces no tenía razón para sentirse traicionada.
Agobiada por el dolor, Scarlet huyó de la habitación donde cuidaban a Enoch y salió precipitadamente de la posada.