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—Este renegado ha estado viviendo dentro de la manada con la ayuda de la señorita Aurora. Afortunadamente, son amantes que planeaban abandonar la manada después de que la señorita Aurora lograse robar una cantidad sustancial de dinero del Alfa —afirmó el Anciano Timoteo, hablando con confianza como si estuviera seguro de sus declaraciones—. La escena que se desarrollaba ante los ojos de Aurora le causaba dolor en el corazón.
—Señorita Aurora, ¿admite sus pecados? —Usando su risa como excusa, preguntó el Anciano Timoteo.
—¿No te cansas de incriminar a los inocentes? Si quieres deshacerte de mí, podrías desterrarme o matarme. ¿Por qué tanto esfuerzo? —preguntó Aurora, sorprendiendo a todos en la sala del tribunal.
—Aún no muestras arrepentimiento por tus acciones. Bien, hagámoslo por las malas —gruñó Sarah, acercándose a Aurora con un comportamiento amenazante.