—Escupitajo —Tras esas palabras, la sangre brotó a borbotones de dos pares de labios. Uno pertenecía a Dion, y el otro a Dante. Ambos pares de labios estaban empapados en rojo intenso, y no era lo único empapado en sangre.
El pecho de ambos hombres estaba atravesado por sus respectivas espadas. Debajo de la hoja, varias gotas de sangre caían sobre el suelo nevado.
Era una vista horrísona.
No obstante...
Solo uno de ellos consiguió detener el flujo de sangre que brotaba de su boca.
Ese era Dante.
—No quería matarte, Dion —dijo él, soltando la espada y observando a su medio hermano caer de rodillas con sangre brotando violentamente de sus labios—. Pero no me dejas otra opción.
—...¡Ja! —Incluso en medio de esa horrísona situación, Dion no olvidó burlarse de esas palabras que le fueron dichas. Sería un tonto si creyera algo así. Sintiéndose un poco mareado, sabía que su tiempo ya había llegado.