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—¡¿Cuánto falta para llegar?! —con el viento helado acariciando su rostro de forma bastante áspera, Isla gritó, preguntando ansiosamente al hombre detrás de ella.
—Pronto... —respondió la voz de Dante.
—Pero dijiste eso hace horas... —Isla se mordió los labios, sus uñas nerviosamente clavándose en su palma. En este momento, ella y Dante estaban sobre un caballo, cabalgando lo más rápido que sus cuatro patas podían galopar hacia un bosque en las afueras del oeste.
Isla quería discutir inmediatamente, pero mantuvo los labios cerrados sabiendo la realidad de la situación actual. No podían simplemente aparecer donde estaba Damien en un segundo y todo el imperio estaba en guerra con enemigos desconocidos.
El hecho de que su exesposo la mantuviera a salvo mientras hacía todo lo posible por alcanzar el oeste era algo parecido a la esperanza a la que podía aferrarse por su hijo.
Sin mencionar que estaban cabalgando un caballo en la noche.