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—¿Sin derecho?
—¿Él no tiene derecho a decir su nombre?
—¿Quién era el caballero para decirle eso?
Por las palabras de Kaiser, una corta carcajada de incredulidad escapó de Dante. Aquellos ojos desafiantes se oscurecieron más aún cuando expresó algunos de sus pensamientos cargados de veneno.
—¿Sin derecho? —Al principio fue un susurro, luego se volvió más fuerte que antes—. ¡Dices que no tengo derecho!
—¡Tengo más derecho a decir el nombre de mi esposa que tú jamás sabrás, vil caballero! —Dante gruñó, todo su ser enfocado en el caballero que lo sometía, sin prestar atención a la sensación punzante que subía por su espina dorsal—. ¡Eres tú quien está interfiriendo en nuestras vidas!
—¡No mereces estar cerca de ella!