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—Silencio.
Las tres personas en el pasillo miraron con los ojos muy abiertos al niño de cabellos plateados que estaba parado en medio de la entrada. Sus ojos rubí primero se posaron en la atónita Isla, luego se movieron hacia Kaiser quien también estaba igual, y finalmente en Dante, la primera persona en salir del shock.
—Entonces... —Dante estaba a punto de extender su mano hacia Damien.
Pero…
—¡Damien! —Isla fue más rápida que él. Ignoró el dolor en su brazo y se puso de rodillas, sin importarle su vestido azul. Luego miró preocupada a Damien con sus dedos alrededor de sus hombros.
—¿Por qué saliste afuera? —le preguntó. Isla pensó que él ya estaría durmiendo a estas horas.
—Escuché a madre gritando el nombre del tío y me preocupé de que algo hubiera pasado otra vez. —Mientras Damien hablaba, miró al otro hombre aparte de su tío Kaiser, solo para encontrar unos ojos idénticos a los suyos.
Su padre, el duque, estaba aquí.