La condesa Olivier, como joven dama, era la definición de la belleza en el imperio.
Con sus hipnóticos ojos color melocotón y su cabello castaño oscuro y brillante, era ese tipo de belleza que nunca se podía olvidar una vez que alguien posaba su mirada en ella. Fuera mujer o hombre, su encanto era demasiado irresistible.
Su belleza no era su único fuerte para asegurarse un lugar en el mundo social. La elegancia que la rodeaba no podía ser ignorada. Sus modales eran demasiado perfectos a los ojos de muchos. Todo lo que hacía era encantador, como si fuera un hada que había descendido al imperio. No era orgullosa ni arrogante a pesar de su destacada belleza y sabía cómo comportarse. Sus estilos de vestir eran siempre la tendencia para las damas del sur. Era el ejemplo de la nuera que todas las señoras querían para sus hijos.
Así era como la gente veía a la perfecta y hermosa hija del estimado conde del Sur.