—M-Madre... —Una voz suave y vacilante se unió a la conversación de Amelia e Isla en el dormitorio. Damien, con pijama blanca lisa, entró completamente en la habitación y cerró la puerta. No se alejó de la puerta y nerviosamente jugueteó con sus dedos. Parecía ansioso y Isla se preocupó al notar eso cuando se volvió para mirarlo desde su silla.
—¿Qué pasa, Damien? —preguntó Isla. No esperaba que él estuviera despierto a estas horas de la noche. Aparte de jugar con Gerald y mirar alrededor del Gran Ducado desde el mediodía, no había hecho mucho durante el día. Además, Isla sabía que él no había dormido bien durante el viaje del pueblo al sur y por eso trató de acostarlo temprano. Pero parecía que no podía dormir bien en un ambiente nuevo.
—No puedo dormir —respondió él suavemente.
Parecía que ella tenía razón. Damien era un niño muy sensible. El hecho de haber cambiado a un ambiente no familiar debía de molestarle y debía haber sido incapaz de dormir solo en su habitación.