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—¿Y yo? Madre ya no me quiere... —una triste voz infantil se unió al ambiente amoroso entre padre e hija.
Inmediatamente Isla saltó de su asiento al escuchar a su hijo. —¡Damien! —sus ojos se fijaron en su pequeña y linda cara asomándose desde su escondite.
—Damien, ¿qué te dije antes de que subieras? —ella entrecerró los ojos ante el travieso niño. Su única esperanza es que él no haya escuchado la parte importante de la discusión con su padre.
—Lo siento, madre. —saliendo, Damien colgó los hombros y bajó la mirada al suelo. Parecía como si quisiera llorar e Isla no se dejó engañar ni un poco por esa actitud lastimera. Sin embargo, el nuevo abuelo en casa no podía soportar ver a su único nieto tan triste y compungido.
—Isla, estás siendo muy dura con él. Damien, ven con el abuelo. Tenías miedo de quedarte solo en esa habitación, ¿verdad? —Finn palmeó sus piernas con una sonrisa y Damien caminó hacia él bajo la mirada entrecerrada de su madre.