—Su gracia...
—Por favor, llama a Dalia con confianza, señora —dijo ella.
—Sí. Entonces Dalia, por favor prepárame una maceta de lirios —solicitó la señora.
—Una maceta de lirios sería cinco monedas de cobre. ¿Necesitas algo más, señora? —preguntó Dalia.
...
—¿Señora? —insistió Dalia.
—¿Eh? ¡Ay, por favor disculpa mis modales, Dalia! —se apresuró a decir la señora.
—Está bien, señora. ¿Algo más? —dijo Dalia.
—No, no. Eso es todo, Dalia —concluyó la señora.
Después de recibir las palabras de la señora, Isla dejó su trabajo anterior y procedió a traer la pequeña maceta de lirios. Desde el rincón de sus ojos, pudo ver a la señora observando descaradamente a su exesposo, que permanecía sentado en su tienda.