—Isla se ha ido a su casa, duque Hayes.
—...Ya veo —una gota de decepción cayó en el pozo de expectativas en el corazón de Dante—. Nadie sabía lo emocionado que estaba de despertar por la mañana en un lugar que no era su habitación, su oficina o el invernadero en el ducado. Esto significaba que ver a su esposa e hijo ayer realmente no fue un sueño.
—Solo tengo que ir a su casa —pensó en levantarse de la mesa del comedor, pero Lance dijo algo que hizo que su estado de ánimo cayera al más bajo.
—¿Es necesario que aparezcas nuevamente en la vida de Isla, duque? —preguntó.
—Será mejor que cuides la elección de tus palabras, barón —Dante amenazó—. Sus palabras fueron inmediatas, su tono fue agudo y su aura tranquila cambió repentinamente a una peligrosa.
Con estos pequeños cambios, cualquiera podría decir que Dante era una bomba de tiempo y Isla y su hijo eran definitivamente el detonante para que él explotara.