Cuando ninguna voz resonó en su cabeza tras la declaración, Dante tomó una profunda inspiración y se sentó erguido. Esta no era la primera vez que esas voces venían a atormentarlo por sus errores pasados.
Esas palabras… Dante sacudió la cabeza para deshacerse de cualquier pensamiento no deseado. Si pensaba como antes, su condición podría empeorar y eso retrasaría el tiempo para encontrar a su esposa e hijo.
—Ahora puedo concentrarme en su paradero —murmuró con los ojos en el papel. Villa Asta, el pueblo de donde provenían la emperatriz y su caballero personal, era muy probable que su primera esposa y su hijo estuvieran allí.
A diferencia de las veces anteriores en las que Leo siempre volvía con noticias negativas y en el fondo de su corazón, siempre había esperado eso, esta vez, tenía un presentimiento... un presentimiento muy fuerte de que su esposa e hijo se encontraban en ese pueblo.