—¡Tío! —El chillido de emoción de Damien hizo que Kaiser abriera sus brazos y levantara del suelo el pequeño cuerpo que corría en su dirección. Su rápida acción fue como la de alguien que lo había hecho muchas veces en el pasado.
—¿Cómo estás, Liev? —Ajustando sus brazos alrededor de Damien, Kaiser soltó una carcajada mientras usaba su otra mano para cerrar la puerta.
—¡Estoy bien, tío! —Damien se rió emocionado mientras rodeaba con sus brazos el cuello de Kaiser.
Al ver que el invitado era verdaderamente Kaiser, Isla soltó un suspiro de alivio, antes de fruncir el ceño al ver a su hijo en sus brazos.
—Liev, ¿qué te he dicho sobre correr en la tienda? —preguntó.—Pero vi al tío, —Damien murmuró con los ojos llorosos. Ahora que Kaiser había llegado, Damien había encontrado a alguien que sería su apoyo contra su madre, que a veces podía ser aterradora.