Felicidad.
Se parece a la vida que es tan inconstante como el clima, constantemente cambiante y nunca estancada. No hace mucho tiempo sonreía y vivía la vida perfecta con él. No hace mucho tenía la familia perfecta que la amaba y la valoraba. Pero... esa felicidad tuvo que llegar a un final brutal.
Su felicidad también terminó con esos ojos. Ojos que ya no tenían el amor imperecedero que solían tener. Ojos que mostraban un odio extremo por su existencia.
—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —murmuró Annalise detrás de las barras de hierro. ¿Días? ¿Meses? ¿Años? No tenía idea, pero la celda de la prisión no era un lugar nuevo para ella. Era el mismo lugar en el que solía vivir durante su tiempo como esclava. Y ahora, se convertía en su hogar después de que Dante descubriera la verdad sobre ella y su hijo.
—Eres un mentiroso, Dante. —Las lágrimas brotaron en sus ojos verde claro opacos que solían ser brillantes y chispeantes de felicidad.