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—Su gracia, esta es una copia del contrato de esclavitud —Leo presentó un sobre marrón atado con cuerda al duque que se encontraba detrás del escritorio. La oficina le había resultado tan familiar que podía dibujar los complejos diseños dorados en su cabeza sin mirar el interior azul marino.
También estaba cansándose de entrar en esta habitación, pero no se atrevía a pronunciar una sola palabra de queja al duque, que brutalmente lo sobreexigía todos los días. De lo contrario, su cabeza podría realmente colgar de las puertas del ducado.
Leo tragó saliva ante la aterradora imaginación.
Dante no se volvió para abrir el sobre que contenía la verdad detrás de los orígenes de Annalise. Ni siquiera necesitaba comprobarlo porque el emperador ya le había advertido antes, pero... no escuchó.