—Lo siento, tía, pero madre nunca habló de nadie llamada Diana Mendes —dijo Damien después de pensar en su nombre por un rato. Aparte de su verdadero abuelo, la difunta abuela, la tía Amelia y el tío Gael, su madre no habla de ninguna otra persona.
—Supuse que ella no hablaría de nadie de la capital —sonriendo, Diana reveló una expresión que era triste, pero comprensiva al mismo tiempo. Ella entendió que la antigua duquesa no querría volver a visitar la capital donde sufrió por cosas que no eran su culpa y le entristecía que tuviera que esconderse porque ningún lugar era seguro para ella y el niño, ni siquiera su hogar en el sur.
—Pero ya sabes, niño, no soy una tía. Soy una mujer casada —ella le mostró su anillo de plata alrededor de su cuarto dedo de la mano izquierda.
—Entonces lo siento, señora —Damien se inclinó de nuevo.