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—Lady Dalia.
Al entrar al baronato, Isla tuvo contacto con una joven empleada, llevando un tazón de sábanas blancas mojadas. Probablemente quería tender la ropa lavada bajo el sol matutino.
—Sophie, te he dicho que dejes de llamarme señora —Isla soltó un suspiro impotente con los ojos cerrados. Sus cejas se juntaron, mostrando cuánto le molestaba esa palabra.
La empleada, Sophie, se rió entre dientes. —Mi señora, no sabe cómo se conduce. A veces, me hago una imagen de usted como una noble de alto rango.
Su mirada luego viajó a la canasta en el antebrazo de Isla. —Déjeme ayudarle con eso, mi señora.
Estaba a punto de dejar caer el tazón de madera, pero Isla rápidamente se lanzó hacia adelante para evitar la ayuda de la otra. —Deja de tratarme como si fuera algo delicado, Sophie.
