—¡Ah! —se escapó un gemido de los labios de Melanie.
Por un momento, se tornó tímida cuando la boca de Simón cubrió su sexo, haciendo que su cuerpo se retorciera de placer.
Una serie de suspiros y gemidos escapaban de su boca, llenando la habitación, y si no fuera por el aire acondicionado de la habitación, Melanie solo podía imaginar que las ventanas se habrían empañado debido al calor que emanaba de ella y el cuerpo de Simón.
Sintió la boca de Simón succionándola, y cuanto más fuerte lo hacía, más placer la invadía, hasta el punto de que apenas podía pensar con claridad. Su lengua se introducía y salía, lamiéndola antes de volver a sumergirla en su núcleo húmedo. Por un momento, retiró su boca y sopló aire que casi la hizo desmayar, y ella se mordió el labio inferior.
Fue cuando Simón introdujo su dedo en su sexo húmedo que ella gritó más fuerte que antes.