Julie fue despertada temprano en la mañana por el canto del gallo. Habiendo dormido más tarde que su madre, tenía problemas para abrir los ojos. Con los ojos aún cerrados, intentó sentarse mientras dejaba que su cuerpo se inclinara hacia adelante. Cuando logró entreabrir los ojos, como era de esperar, su madre no estaba allí en la cama ni en la habitación.
Al salir de la cama, arrastró los pies hacia el mueble, jalando el abrigo en el que se envolvió. Luego salió de la habitación y atravesó la puerta trasera. Caminó hacia el pozo.
Julie agarró la olla, tratando de entender cómo atar la cuerda alrededor de ella para que no se soltara, fue entonces cuando escuchó un par de pisadas detrás de ella. Se giró rápidamente y encontró a su tío Ottis.
—Buenos días, señorita Julianne —saludó Ottis.
Julie lo devolvió saludándolo —Buenos días, Sr. Ottis. Puedes llamarme Julie.