Julie tocó la superficie de la cama, deslizando sus dedos sobre ella y sintió el frío de la misma. Como si la persona que yacía a su lado hubiera salido de la cama hace ya muchas horas. Un ligero escalofrío de miedo se deslizó por su espalda, y miró a su alrededor, pero Román no estaba por ninguna parte. Las cortinas de la ventana no habían sido corridas donde la luz del sol debía pasar y, preocupada, se quitó la manta de encima. Puso sus pies planos sobre el suelo frío.
—¿Roma? —Julie llamó su nombre, preguntándose si estaría duchándose, pero no había sonido de agua corriendo. El baño estaba vacío y miró hacia la puerta entreabierta.
Era inusual para él dejarla cuando todavía estaba durmiendo en la cama.
Saliendo de la habitación, Julie caminó por el corredor que mantenía un silencio ensordecedor.