Penélope estaba inconsciente en los brazos de Damien. Tras dejarla sobre el suelo nevado y ponerle el abrigo que había traído de la habitación que no se había quemado, se alejó de allí sabiendo que estaría segura al estar lejos de su madre y las otras brujas.
En este momento, Damien Quinn era un vampiro de sangre pura con la corrupción que había afectado y envuelto todo su corazón.
Era evidente al mirar sus ojos en ese momento que la corrupción era la que impulsaba su mente hacia adelante y la cordura se había deslizado levemente gracias a la sedación que la bruja blanca les había dado. Aunque Damien no sabía lo que era, supuso que el posadero tenía algo que ver con ello. Podía sentir el sabor de la sangre en sus labios y lengua que se sentían potentes en este momento y quería más.