En un movimiento ágil, Damien retiró la manta completamente dejándola con nada más que cubrirse que el vestido que llevaba y el aire a su alrededor. Su expresión cambió repentinamente a una dulce, sonrió mirándola como si no quisiera hacerle daño y dijo:
—¿Es esto lo que querías? Que tengas una buena noche de sueño —él levantó sus gafas para colocarlas en la mesita de noche. Colocando su libro junto a estas y soplando la vela que tenía a su lado.
Penny, siendo terca, no pidió la manta. Después de todo, ¿quién necesitaba una manta, verdad?
Pasó una hora cuando Penny tiritó de frío en la cama. Necesitaba algo con qué cubrirse o sabía que se congelaría hasta morir esa noche. Penny había esperado que él se la devolviera al menos por lástima, pero ahora dudaba si él siquiera conocía la palabra.