Lu Qingfeng sacudió su cabeza y sonrió ante los recuerdos que pasaban por su mente. Era obvio que desde que eran jóvenes, realmente no tenía la capacidad de negarle nada. Pulsó el botón de pausa y la música en sus oídos dejó de sonar antes de entrar a la Mansión Yun.
Al entrar a la cocina para tomar algo de beber, encontró a Yun Qingrong absorta en sus pensamientos mientras esperaba que su café terminara de prepararse. Aún vestía su camisón de noche con un albornoz envuelto alrededor suyo.
Su Xiaofei tenía razón, pensó Lu Qingfeng. Su madre había estado distraída últimamente, y siempre la encontraba así siempre que Yun Qingrong pensaba que estaba sola.
—Buenos días, Tía Qing —dijo, anunciando su presencia. Lu Qingfeng también estaba curioso acerca de qué estaba causando que Yun Qingrong actuara de esa manera.
Yun Qingrong salió de su ensimismamiento. Giró la cabeza y lo encontró parado en la entrada.