Suspirando profundamente como si se hubiera rendido frente a su hermano, Jiang Yuyan dijo:
—Hermano, a veces no entiendo dónde esconderme de tus palabras descaradas y atrevidas.
—¿Qué tienen de atrevidas? Son solo una cosa artificial de un hombre. ¿Qué tiene de malo hablar de ello? Es una parte del cuerpo del hombre y la necesaria, no solo para un hombre sino también para una mujer —dijo esto, sonrió de forma burlona.
Jiang Yuyan exclamó:
—Hermano... no voy a discutir sobre esto pero no voy a comprar eso —dijo, estaba a punto de irse, pero Jiang Yang la detuvo de nuevo.
—¿Quién te está pidiendo que lo compres cuando puedes conseguir el verdadero y el mejor?
—¡Tos! Tus palabras me están mareando. Vámonos de aquí —dijo de manera molesta.
—Espera, al menos deja que compre lo que hemos venido a buscar —dijo esto, Jiang Yang fue hacia los estantes donde había esposas y vendas. Tomó unas esposas que estaban cubiertas de terciopelo con pequeñas orejas de conejo.