—Gilipollas. Ya tenía mis dudas sobre ti. ¿Intentando aprovecharte de mi estado, huh? —jadeando mientras se asfixiaba porque Jiang Yang le tapaba la boca con las manos, Lu Feng dijo con voz de borracho cuando pudo liberarse.
—¿Mi estado? ¿En serio? Mírame. Este guapo doctor recibe miradas lujuriosas por todos lados —molestándose, dijo Jiang Yang.
—El lujurioso eres tú. ¿Por qué te quitaste la camiseta? —mirando a Jiang Yang con los ojos medio abiertos, dijo Lu Feng.
—¿Quién me vomitó encima, idiota? En mi camiseta, aún se pueden ver los restos de lo que comiste. ¡Joder! No podré comer arroz en casi un mes ahora.
—Te lo mereces, zorra.
—¡Pero qué cojones! ¿Quieres morir? —diciendo esto, Jiang Yang sujetó el cuello de Lu Feng al que éste no pudo resistir y continuó sentado medio dormido y medio despierto—. Ojalá no estuvieras dormido y pudiese haberte golpeado justo en este momento.