Lu Qiang llevó a Jiang Yuyan a la residencia Jiang. Mientras conducía era evidente lo poco que quería hacerlo. Mirándolo, Jiang Yuyan preguntó:
—¿Así me vas a despedir?
—¿A qué te refieres? —preguntó Lu Qiang.
—¿Por qué estás tan callado? Quiero verte sonreír cuando me dejes allí —preguntó Jiang Yuyan.
Con una leve sonrisa en sus labios, Lu Qiang respondió:
—Estás equivocada. No estoy triste. Estoy pensando.
—¿En qué piensas?
—Estoy pensando en maneras y excusas que me permitan pasar las noches contigo en tu casa —respondió Lu Qiang.
Jiang Yuyan sonrió al oírlo ya que no le sorprendía en absoluto. Lentamente estaba familiarizándose con lo que su hombre era capaz de hacer.
—¿Incluso necesitas pensarlo? Con un cerebro como el tuyo y una persona como mi hermano y mi mamá en mi casa, no creo que te cueste mucho planear algo.
Lu Qiang sonrió y asintió:
—¡Hmm! Es verdad.