—Otra vez no, madre. Ya te lo dije, no me interesa el negocio, así que no merezco manejarlo —respondió Lu Feng, molesto por escuchar lo mismo de su madre, como siempre.
—No estoy hablando de negocios —dijo Su Hui.
—¿Entonces? —Lu Feng preguntó, pensando en qué otra cosa podría interesarle a su madre aparte del dinero y el poder.
—Jiang Yuyan —ella respondió sin pestañear y eso hizo que todos los colores se esfumaran de su rostro.
—¿Yuyan? ¿De qué estás hablando, madre? —preguntó él, reuniendo sus pensamientos como si pretendiera no estar afectado por sus palabras repentinas y sorprendentes.
—Si no me entendiste, ¿entonces por qué se te puso la cara pálida cuando mencioné su nombre? —preguntó ella, sin caer en su acto.
—Porque lo que acabas de decir no tiene sentido —respondió él fríamente.
—¿De verdad? Eres mi hijo y yo sé lo que te gusta y lo que no —dijo, recostándose en un sofá mirando a su hijo que estaba de pie cerca de la puerta del baño.